DECADENCIA. DEGRADACIÓN.
DESIDIA
Nelson Romero Díaz
13/02/2016
Tres
voces, tres significados distintos, tres utilidades conceptuales para un
panorama. Lo correcto en este caso, por razones de elemental sentido de la
trascendencia, es definir cada uno de los términos incluyendo su etimología.
Así
entonces, DECADENCIA es el vocablo que identifica el efecto de decaer. Este es
un verbo intransitivo de origen latino que aplicado a una persona o a una cosa
es “ir a menos, perder alguna parte de las condiciones o propiedades que
constituían su fuerza, bondad, importancia o valor”. DEGRADACIÓN es la voz que
expresa la acción de degradar o degradarse; también es de origen latino. Por
último, DESIDIA es el nombre de género femenino asociado a la negligencia, a la
falta de cuidado.
Se
hace necesaria la inclusión complementaria de la definición de la locución
ETIMOLOGÍA, la cual es de origen griego, asimilada por el latín y de allí transmitida
al español para describir el origen de las palabras, de su significación y de
su forma. ¡Iníciese en consecuencia!
Desidia,
es de origen latino, específicamente del verbo “desidere”. Está compuesta por el prefijo “de”, que indica
separación de arriba abajo y por el verbo “sidere”,
que es sentarse. “Desidere” es
desplomarse o bajarse del asiento.
Note
el parecido de estas dos palabras: deseo y desidia. Esta es la negligencia por
falta de deseo. Ejemplos: los ciudadanos son negligentes en el cuido del ornato
público; los estudiantes tienen bajas calificaciones por falta de estudio y
exceso de desidia; el gobierno es negligente en el uso los recursos monetarios.
Degradación.
También es de origen latino. Compuesta a su vez por tres voces, el prefijo
“de”; el verbo “graduari” y el sufijo
“ción”, que transmite la idea de la acción y efecto. Ejemplo: el juez de la
causa degradó al escribiente que le auxiliaba durante el juicio oral; los
Presidentes degradan la majestad del cargo cuando utilizan palabras insultantes
al referirse a sus gobernados; la calidad del acero se ha degradado, pareciera
que hay problemas en la siderúrgica.
Finalizando
con este segmento del artículo, se tiene al sustantivo Decadencia. Evidentemente
es de origen latino y está construido con cuatro voces lexicales: el prefijo
“de”; el verbo “cadere”, caer; la
partícula “nt”, la cual identifica el
agente realizador de la acción y el sufijo “ia”
referido a la cualidad. Para abreviar, decadencia proviene del verbo decaer.
Y,
ahora el discurrir originario de este artículo. Dice así: “La degradación de la
calidad de vida de una población cualquiera tiene su origen en la deficiencia
de la prestación sus servicios públicos, de la insuficiencia presupuestaria con
la que cuenta su autoridad administrativa fundamental. A estos dos aspectos se
les suma la desidia de los pobladores en el oportuno pago de sus deberes
tributarios y tasas, la de los gobernantes de turno en el pago de las deudas
contraídas con los contratistas, los prestadores de servicio interno y el
personal administrativo, el irrespeto al ciudadano y la decadente estructura
organizativa de las oficinas de la Administración Pública salvo, por supuesto,
sus excepciones.
Cuando
se habla de calidad de vida, se refiere a un conjunto de parámetros de medición
que oscila entre 0 y 100 de la puntuación alcanzada por un listado de bienes
intangibles de obligatorio cumplimiento por cualquier organismo gubernamental
representativo del Estado, como ente monopolizador de la prestación de esos
servicios. Esos parámetros son aplicables a cualquier categoría y condición de
atención, sea exclusivamente público, exclusivamente privado o en asociación. Matemáticamente
hablando, “Calidad de Vida” es una variable cuantificable, dependiente de otras
variables y cuya resolución no es tema de esta opinión.
¿Y
cuáles son esos bienes intangibles? Un listado no exhaustivo es el conformado
por: calidad y frecuencia del suministro de agua potable; recolección,
disposición y tratamiento de los desechos sólidos; mantenimiento de los
colectores de aguas servidas y conversión de estas en aguas útiles distintas al
consumo humano; alumbrado público; asfaltado de calles y avenidas tanto del
centro urbano como los de los ámbitos territoriales periféricos; adecuado
balance entre las áreas de desarrollo arquitectónico vivencial y comercial y
las de parques vegetales; aceras en buen estado para el normal desenvolvimiento
de personas de cualquier edad; red adecuada y eficiente de transporte público;
seguridad ciudadana tanto policial anti delincuencial como administrativo del
tránsito vehicular; higienización de aceras y cunetas; mantenimiento de
rejillas de alcantarillados de recolección de aguas pluviales; precisión y
sincronización de la red de semáforos de control vehicular; dotación a los
grandes hospitales y centros ambulatorios de los insumos propios para su
actividad sanitaria médica y de las ambulancias en buen estado; dotación
adecuada de los equipos Bomberiles; educación pública de óptima calidad y
cumplimiento de sus contenidos programáticos para la formación para la vida de
los ciudadanos. Debe incluirse como un factor la legislación acorde con los
tiempos.
Lamentablemente,
y hay que decirlo, el ascenso de unos paisanos al poder sin reservas morales ha
convertido a Venezuela en un país degradado, hasta el punto de ser considerado
una colonia de Cuba. Venezuela es un país decadente. Los venezolanos fueron
inoculados con el virus de la desidia y permitieron la coyunda con el régimen
antillano aun cuando la mayoría fue advertida, ilustrada, avisada, notificada e
informada.
Venezuela
se hunde en el estiércol. La nación se sumerge en la charca de la desventura que
es el socialismo del Siglo XXI. El País involuciona en lo social, en lo
industrial; “vamos para atrás como el cangrejo”.
Todo
tiene su origen en el fanatismo y capricho de un gobernante, Hugo Chávez Frías,
deslumbrado por los contenidos ideológicos de una filosofía política regresiva;
si, regresiva. Tanto lo es que todos los países que lo adoptaron en un pasado
ya lejano y más recientemente lo abandonaron, son modelos de progreso. Se habla
de China Continental, de Vietnam.
Y
todos los comentarios que añada a continuación son repetidos, ya dichos por
otros hasta la saciedad, pero el ser humano no deja de asombrarse con
decisiones como la de los impartidores de Justicia privilegiando al Estado antes
que al ciudadano y más aberrante aún lo es cuando ese ciudadano es un menor de
edad. La sentencia deja desasistidos a pacientes con
enfermedades crónicas y no crónicas que no consiguen medicamentos.
A
estas alturas queda una cadena de preguntas que muchos no están en capacidad de
responder. Una de ellas es: ¿Éramos así y no lo sabíamos?
“Desgraciada la generación cuyos jueces
merecen ser juzgados”. El Talmud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario