PUEBLO. GENTILICIO.
MADURO. CHÁVEZ
Nelson
Romero Díaz
El
título constituido por varias palabras no separadas por comas, le da al lector
la posibilidad de pensar que el tema a tratar tiene una semejanza con un
diccionario. No yerra porque el asunto a tratar en las siguientes líneas se
parece en el examen de las palabras titulares, más la redacción no tiene la
rigurosidad del catálogo.
Se
sabe que “pueblo” identifica a una reunión de personas de un determinado territorio.
Tómese esto para hermanar a quienes
conviven en esta región llamada Venezuela hace más de 400 años y bañada por el
agua, sea de mar o lacustre, por uno de sus lados. En algún momento alguien
tuvo la osadía, concibo que a manera de chiste, de denominarla venecuba por la
veneración hacia Fidel Castro, el principal cabecilla de la revolución cubana.
Igualmente,
se aprendió que “gentilicio” es el sustantivo con el cual se identifica a los
nativos de las naciones, de las poblaciones, de los caseríos y hasta de las
ubicaciones urbanas. Entonces, los venezolanos son de aquí de Venezuela, los
estadounidenses lo son de allá, de los Estados Unidos y los noruegos son de más
allá, de Noruega. Note cierta sorna en el texto y pregúntese cuál sería el
gentilicio de aquellos nacidos a posteriori de la fecha del supuesto cambio de
denominación. Comprendo que haya más de un lector fastidiado por la reiteración
del caso, pero lo importante no es la reiteración del “lunar ideológico”, sino
el juicio hecho, a quien o quienes en desgraciada hora propusieron semejante
adefesio.
Maduro.
Tiene varias acepciones y sinónimos. Como vocablo que expresan lo mismo se
encuentran: adulto y desarrollado, además de sensato y juicioso; como
sustantivo tiene seis acepciones según el DRAE. Pero en este artículo, el
término inicial, Maduro, es el primero de los apellidos del ciudadano
Presidente de la República. Un hombre que según la historia contemporánea
inició su período productivo legal haciendo las veces de conductor de trenes y
autobuses del Metro de Caracas y devenido en presidente “exprés”; si
expresamente señalado por su antecesor para que el “pueblo venezolano” votase
por él en caso de que fuera necesario sustituirlo, tal como ocurrió debido a su
desenlace vital.
Maduro
tiene cara de buen muchacho, pero su discurso no lo certifica. Este es
claramente agresivo, lleno de clichés, de frases repetidas, de ideas ligadas a
una ideología convertidora en incoherentes fácticos a las personas: dicen una
cosa y actúan de otra manera, sobre todo en las referentes al dinero, al boato,
a la vanidad.
Su
misión es la de continuar la tarea iniciada por Chávez y esta no es otra que el
intento de atracar en los muelles del mar de la felicidad cubano, promesa hecha
por Hugo Rafael Chávez Frías a Fidel Castro Ruz en un acto en La Habana, del
cual existe un vídeo que lo grabó para la historia.
Esta
amenaza de arrimar la nave al muelle se materializa con el dictado del Decreto
de Emergencia. Y una constante: cada vez que el Ejecutivo ha tenido un
descalabro electoral el siguiente acto es el mismo: desconocer lo que “el
pueblo” desea. El actual Presidente no quiere dar señales de cambio en la
manera de conducir el país. Por sugerencias del “necesario mercadeo
publicitario”, en su enfoque discursivo menciona la frase Economía Productiva
siendo este un señuelo para captar incautos, y en el país los hay en cantidades
industriales.
Todo
cuanto acontece en el país va conformando un “iceberg” cuyas tres cuartas
partas invisibles son de una magnitud comparable a la cumbre más alta del mundo,
sino más abismal, y del cual creo que mucha gente no lo visualiza. No se trata
como diría el fallecido presidente Luis Herrera Campins de ser “profeta del
desastre”, sino que las consecuencias del desastre son indescriptibles,
dramáticas, trágicas para un gentilicio que su momento lo tuvo todo.
Chávez.
Vocablo que no aparece en el diccionario y la voz más parecida a esta es “chavea”
que es muchacho rapazuelo. Llegó al poder de la mano del pueblo porque fueron
los ciudadanos votantes quienes le dieron el voto catapulta. Contó con la
“bendición de los grandes cacaos y de los medios de comunicación”. Logró
obnubilar a grandes y chicos con su “promesa de mejorar las cosas”. Lo que el
pueblo no contaba era con la astucia de alguien que no cejó en su empeño de
apoderarse de los “cobritos”
del país y lo logró. Tanto fue así que Chávez lo consideró su padre, si “padre
en política”. Lo demás es historia.
El
país vive las consecuencias de las decisiones y políticas dejadas por Chávez.
Maduro lo único que ha hecho es inspirarse en el “Plan de la Patria”, en
exaltar el legado de Chávez y en afirmar que heredó un desastre económico solo
porque el barril no se cotiza a 100 USA $ sino a 25 y se debe hasta el modo de
dormir.
Chávez
no dormirá tranquilo ni en su fosa, ni en el cuartel de la montaña, ni donde
quiera que vague porque tiene una sobrecarga de penas y culpas que saldarle a
Bolívar, el Libertador y a varias generaciones incluyendo la mía.
26 de enero
de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario