LAS IMPERTINENCIAS DE
UN LECTOR
Nelson Romero Díaz
Previo
a la narración de un cuento que no es de vaqueros y como motivo de interés,
trascribo las acepciones vistas en el DRAE acerca de la palabra Impertinencia,
ellas son: dicho o hecho fuera de propósito; importunidad molesta y enfadosa;
susceptibilidad excesiva nacida de un humor desazonado y displicente y, por
último, la acepción caída en desuso: curiosidad, prolijidad, excesivo cuidado
de algo.
Impertinente,
a su vez, tiene tres acepciones, uno de los cuales no es aplicable a las
personas. Los dos restantes son adjetivos calificativos. Siendo como es, sinónimo
de otras palabras el diccionario editado por Espasa Calpe en el 97, trae seis
sustantivos sustitutos, a saber: atrevido, descarado, grosero, impudente,
indiscreto e insolente. En este artículo los he enlistados alfabéticamente aún
cuando en la obra citada aparecen organizados según su proximidad al término.
Igualmente, la referencia listada del computador es extensa y se inicia con
“fastidioso”. Cualesquiera sea el sinónimo elegido de impertinente, el asunto
de este y de las impertinencias es atrevido. Confieso: soy un impertinente por
la minuciosidad en la realización de mis “averiguaciones”. Es algo así como un
Sherlock Holmes
Estoy
enrolado en una “asociación virtual de aficionados a la política” opinadores de
lo humano y de lo divino llamados “colisteros”. Por cierto, esta es una palabra
inexistente de la forma como está escrita, según el DLE. Originalmente, no sé
cuando, se establecieron unas reglas o normas de convivencia a respetar, muchas
veces ignoradas por los asociados secundarios entre los cuales me cuento, lo
cual ha ameritado sanciones, algunas graves, otras minúsculas y las más leves
son los llamados de atención a recoger las amarras de la verborrea para
facilitar la armonía entre distintos.
Generalmente
por olvidos involuntarios o porque “el fragor de la batalla por obtener del
prójimo un comportamiento más transparente”, se violan las normas. La
desatención a ellas no es un gusto por irrespetar. Obtener del interlocutor una
respuesta que no deje lugar a dudas sobre el tema y él, es una tarea titánica
porque hay quienes se cierran como las Cajas Principales de los Bancos
Centrales de los países: se hermetizan.
Pero
¿por qué titular está composición con esta frase? Soy de los venezolanos
convencidos que el país ha caído en un atraso causado no solamente por la absurda
manera de administrar los recursos que no eran propios de quienes les tocó en
suerte, desgraciadamente para los demás, llegar a las altas esferas del poder,
sino también por cierto desinterés percibido en la gente por indagar más
profusamente en aquellos asuntos que le rozan, cualesquiera fueran estos. Pareciera
que en el ánimo del pueblo se instaló un gen: el del conformismo o el de la
ignorancia, el de la simplicidad o el de la permanente fruición.
En
el otro lado del orbe local están quienes como yo, y para decirlo en lenguaje
coloquial, tenemos una actitud que es un sello de la educación formal de
nuestros tiempos: un persistente interés en averiguar la razón de ser de las
cosas, lo cual conduce a muchos a ser impertinentes, curiosos, averiguadores,
fastidiosos, inoportunos. Total, como lo leí en el prólogo de una obra: “la
vida casi nunca es predecible”.
¿Cuáles
son las impertinencias propias e impropias? Identifíquese con el término
“propias” a las continuas interrogantes de un lector perceptor de las “difusas”
opiniones de otro leedor. Recuérdese el proceso de la comunicación: emisor,
medio, receptor. Entre emisor y receptor se puede establecer un diálogo cerrado
que puede desembocar en un silencio sepulcral de uno de los dos o de los dos. En el peor de los eventos, se puede generar una
“impertinencia” de parte de cualquiera. Puede resultar una descortesía, una
desconsideración si se mal trata al
prójimo y entonces se convierte en “impropias”.
En
la vida moderna, y por razones de economía de escala se realizan foros en
auditorios que no siempre satisfacen a los asistentes por causas diversas. Por
ejemplo: el temario no llena las expectativas aún cuando se hubiese publicitado,
las deficiencias, o un mal día de los expositores, en relación con una materia
específica. Otras veces el tiempo de preguntas y respuestas es insuficiente o, es
a uno de los expositores que la asistencia le colma con sus preguntas.
Evidentemente,
en estos eventos aparecerá un “Pepito Preguntón”, lo cual no es malo porque
estos tienden a la búsqueda de su verdad necesaria. Para algunos expositores y
otros presentes; ese personaje les fastidiará e, incluso, hasta le mandaran a
callar sus ocasionales compañeros de aventura. ¿Se recuerda aquel: “Por qué no
te callas”?
¿Y
dónde está el lector impertinente al cual hace alusión el título del artículo? Vive en cada uno de los
interesados en satisfacer sus inquietudes; en cada asistente a un foro, pertinaz
con sus interrogantes; en el perseverante registrador en libros y textos de las
luces necesarias hasta encontrar la respuesta debida a un problema que le
inquieta. Puede ocurrir, y ocurre a veces, que el esfuerzo se pierda bien por
ser un tema inédito o por los intereses de ocasión, el egoísmo de algunos
conocedores de la materia, o el ánimo creador de dependencias y sumisiones de
otros
Finalmente,
siempre, se debe aprovechar al máximo al conferencista, a los “sabihondos” y a
los “cargamentos de libros publicados” porque QUIEN TIENE LA INFORMACIÓN TIENE
EL PODER.
10
de enero de 2016
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