sábado, 16 de enero de 2016

LAS  IMPERTINENCIAS  DE  UN  LECTOR

Nelson Romero Díaz

Previo a la narración de un cuento que no es de vaqueros y como motivo de interés, trascribo las acepciones vistas en el DRAE acerca de la palabra Impertinencia, ellas son: dicho o hecho fuera de propósito; importunidad molesta y enfadosa; susceptibilidad excesiva nacida de un humor desazonado y displicente y, por último, la acepción caída en desuso: curiosidad, prolijidad, excesivo cuidado de algo.

Impertinente, a su vez, tiene tres acepciones, uno de los cuales no es aplicable a las personas. Los dos restantes son adjetivos calificativos. Siendo como es, sinónimo de otras palabras el diccionario editado por Espasa Calpe en el 97, trae seis sustantivos sustitutos, a saber: atrevido, descarado, grosero, impudente, indiscreto e insolente. En este artículo los he enlistados alfabéticamente aún cuando en la obra citada aparecen organizados según su proximidad al término. Igualmente, la referencia listada del computador es extensa y se inicia con “fastidioso”. Cualesquiera sea el sinónimo elegido de impertinente, el asunto de este y de las impertinencias es atrevido. Confieso: soy un impertinente por la minuciosidad en la realización de mis “averiguaciones”. Es algo así como un Sherlock Holmes

Estoy enrolado en una “asociación virtual de aficionados a la política” opinadores de lo humano y de lo divino llamados “colisteros”. Por cierto, esta es una palabra inexistente de la forma como está escrita, según el DLE. Originalmente, no sé cuando, se establecieron unas reglas o normas de convivencia a respetar, muchas veces ignoradas por los asociados secundarios entre los cuales me cuento, lo cual ha ameritado sanciones, algunas graves, otras minúsculas y las más leves son los llamados de atención a recoger las amarras de la verborrea para facilitar la armonía entre distintos.
Generalmente por olvidos involuntarios o porque “el fragor de la batalla por obtener del prójimo un comportamiento más transparente”, se violan las normas. La desatención a ellas no es un gusto por irrespetar. Obtener del interlocutor una respuesta que no deje lugar a dudas sobre el tema y él, es una tarea titánica porque hay quienes se cierran como las Cajas Principales de los Bancos Centrales de los países: se hermetizan.

Pero ¿por qué titular está composición con esta frase? Soy de los venezolanos convencidos que el país ha caído en un atraso causado no solamente por la absurda manera de administrar los recursos que no eran propios de quienes les tocó en suerte, desgraciadamente para los demás, llegar a las altas esferas del poder, sino también por cierto desinterés percibido en la gente por indagar más profusamente en aquellos asuntos que le rozan, cualesquiera fueran estos. Pareciera que en el ánimo del pueblo se instaló un gen: el del conformismo o el de la ignorancia, el de la simplicidad o el de la permanente fruición.
En el otro lado del orbe local están quienes como yo, y para decirlo en lenguaje coloquial, tenemos una actitud que es un sello de la educación formal de nuestros tiempos: un persistente interés en averiguar la razón de ser de las cosas, lo cual conduce a muchos a ser impertinentes, curiosos, averiguadores, fastidiosos, inoportunos. Total, como lo leí en el prólogo de una obra: “la vida casi nunca es predecible”.

¿Cuáles son las impertinencias propias e impropias? Identifíquese con el término “propias” a las continuas interrogantes de un lector perceptor de las “difusas” opiniones de otro leedor. Recuérdese el proceso de la comunicación: emisor, medio, receptor. Entre emisor y receptor se puede establecer un diálogo cerrado que puede desembocar en un silencio sepulcral de uno de los dos o de los dos.  En el peor de los eventos, se puede generar una “impertinencia” de parte de cualquiera. Puede resultar una descortesía, una desconsideración si se  mal trata al prójimo y entonces se convierte en “impropias”.

En la vida moderna, y por razones de economía de escala se realizan foros en auditorios que no siempre satisfacen a los asistentes por causas diversas. Por ejemplo: el temario no llena las expectativas aún cuando se hubiese publicitado, las deficiencias, o un mal día de los expositores, en relación con una materia específica. Otras veces el tiempo de preguntas y respuestas es insuficiente o, es a uno de los expositores que la asistencia le colma con sus preguntas.
Evidentemente, en estos eventos aparecerá un “Pepito Preguntón”, lo cual no es malo porque estos tienden a la búsqueda de su verdad necesaria. Para algunos expositores y otros presentes; ese personaje les fastidiará e, incluso, hasta le mandaran a callar sus ocasionales compañeros de aventura. ¿Se recuerda aquel: “Por qué no te callas”?

¿Y dónde está el lector impertinente al cual hace alusión el  título del artículo? Vive en cada uno de los interesados en satisfacer sus inquietudes; en cada asistente a un foro, pertinaz con sus interrogantes; en el perseverante registrador en libros y textos de las luces necesarias hasta encontrar la respuesta debida a un problema que le inquieta. Puede ocurrir, y ocurre a veces, que el esfuerzo se pierda bien por ser un tema inédito o por los intereses de ocasión, el egoísmo de algunos conocedores de la materia, o el ánimo creador de dependencias y sumisiones de otros
Finalmente, siempre, se debe aprovechar al máximo al conferencista, a los “sabihondos” y a los “cargamentos de libros publicados” porque QUIEN TIENE LA INFORMACIÓN TIENE EL PODER.


10 de enero de 2016

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