El
texto que usted leerá después del título fue redactado en el último trimestre
del año 2007.Se vuelve a publicar tal cual fue redactado, salvo la corrección
debida por los errores encontrados, porque el opinador tiene la certeza de que
el contenido no ha perdido vigencia luego de 102 meses de haber sido publicado
por primera vez
¿TE GUSTA LA MUERTE
EN VIDA?
Nelson Romero Díaz
Octubre de 2007
¿Te
gusta la muerte en vida? Es una interrogante poco amigable y de un gran
contenido siniestro. Está formulada para ser respondida individualmente, en
familia, entre amigos, en grupos de ciudadanos, en los gremios profesionales y
en cuanta comunidad exista.
Es
un aviso para tomar en cuenta lo que acontece en el entorno inmediato.
Es
un catalizador para organizar las acciones propias para evitar que una supra
organización, el Estado por ejemplo, defina hasta el modo de caminar del
ciudadano si aquella, por intermedio de sus ejecutivos, es incapaz de darle
solución a lo mínimo. Lo mínimo es la creación y estimulación del crecimiento
del individuo aprovechando su capacidad generadora de riqueza, bien sea
material, intelectual o espiritual en lugar de establecer unidireccionales
relaciones de dependencia. Lo contrario a la riqueza es la pobreza.
Pero
¿Que es la muerte en vida? Es, simple y llanamente, toda pérdida en el
individuo, en un grupo, en la sociedad o en una nación de algo propio.
Para
que sea comprensible el argumento vale el siguiente ejemplo: las ciudades,
sobre todo las capitales de estados, crecen y la calidad de sus servicios
decrecen si no hay un continuo hacer sobre ellos. Tómese el caso del tránsito
vehicular: hay más unidades circulando y el mismo metraje vial, por lo tanto hay
menos fluidez en calles y avenidas, disminución de la eficiencia individual en las respectivas actividades
y aumento de las enfermedades, principalmente, las referidas a la condición
psicológica del individuo.
Otras
situaciones similares son: el rendimiento negativo del dinero en época de
inflación; la sumisión ciega a la voluntad de otro; las restricciones previas a
la libertad de decir y pensar; la imposición de trabas para la libre
circulación; el chantaje económico; las listas, en fin, todo aquello que
menoscabe la libertad individual.
Desgraciadamente
en Venezuela, y durante todos los períodos, se ha hecho costumbre acumular la
irresolución de problemas y tal como salta a la vista, la arruga se estira pero
la tela se deforma de tanto halar
El
país, paulatinamente, ha entrado en una de las etapas increíbles del acontecer
político. Increíble porque fue advertido con frecuencia y se citaron todas las
fuentes; se expusieron todos los argumentos y estos fueron relacionados con
hechos similares ocurridos con anterioridad y en otros confines; pero la gente
no creyó. Dudó de que la muerte en vida, valga la contradicción, se hiciera
presente. Dudó de quienes, con conocimiento de causa, demostraban que el país empezaba
a navegar en el famoso “mar de la felicidad”. Dudó de la certeza conceptual de aquellos
que conociendo la militancia ideológica del principal actor de esta tartufada de
una década de continuo deshacer, predicaran lo que predicaron. Hicieron caso
omiso de todo cuanto se dijo.
Hoy,
están a punto de derramar lágrimas de sangre si llegan a sentir lo que nadie
quiere sentir: el martirio de la voz de la conciencia.
Toda
pérdida continua da lugar a pobreza.
Ahora
bien, La pobreza material es una de las muertes en vida, coarta la adquisición
de necesidades básicas como el agua; la compra de medicamentos y rubros
alimenticios; la sustitución de enseres; el disfrute vacacional. La pobreza intelectual
no sabe diferenciar entre una buena razón y una buena manipulación; entre el
libre albedrío y la obligada timidez; entre el orgullo y la mendicación; entre
la autonomía y la dependencia. La pobreza espiritual conduce a adorar seres inferiores;
a fetiches; a tipos como el “Che” Guevara, Fidel Castro, Mao Tse Tung y no a
seres superiores como Dios, el único, verdaderamente, omnímodo, omnipotente y
omnipresente.
Simón Bolívar lo dijo:
“Un pueblo ignorante, es instrumento ciego de su propia destrucción”. Y la ignorancia, lamentablemente,
campea.
Insisto
en la pregunta: ¿Te gusta la muerte en vida?
Nelson
Romero Díaz
Octubre
de 2007
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